redactor del «Diario de África» y del
semanario «África Deportiva»
en Tetuán (Marruecos)
Publicado en el libro-programa de las gerundenses
Ferias y Fiestas de San Narciso del año 1959,
hace casi medio siglo, editado por Publicidad
y Artes Gráficas Rabell (Gerona)
AL LLEGAR las fechas entrañables de las Ferias y Fiestas de San Narciso, mi corazón se siente transportado por las alas de la imaginación a mi inolvidable ciudad natal, Gerona.
Me hallo escribiendo estas líneas sentado frente a una mesa de un cafetín moro, sito en el bello parque del Cónsul Cagigas, de hermosura oriental, al final de la popular calle de la Luneta, repleta de diminutos y abigarrados comercios musulmanes, judíos, indios, etcètera, sin olvidar una sala de exhibición cinematogràfica ya muy «avanzada» (proyecta en su pantalla ciertas películas calificadas de cine X), de la blanca Tetuán. O de la blanca y bella Titawen, en árabe, que significa «los ojos» o «las fuentes», ciudad que, al producirse la independencia de Marruecos y el retorno del rey Mohamed V al país -en 1956-, dejó de ser la capital del Protectorado Español. He extraído del pequeño bolso que llevo encima una cuartilla y la estilográfica. Ésta, a merced de mi mano -temblorosa por la emoción que me embarga-, se mueve sobre el papel, bajo la presidencia de un aromático y típico vaso de té moruno.
Ante mí, y circundando el pequeño estanque lleno de peces de los más variados colores, al amparo de las palmeras y de los cedros, distintos tipos marroquíes, ataviados con sus peculiares indumentarias. Las «fátimas», enveladas, esconden sus agraciados rostros exóticos a las miradas curiosas y maliciosas del sexo fuerte. También ellas saborean su té, ofreciendo al propio tiempo a sus cuerpos el deleite del fresco atardecer...
Estoy en el Reino de Marruecos, un país de leyenda, de costumbres y religiones muy distintas a las mías. El islamismo con sus mezquitas; el judaísmo con sus sinagogas. Quizás por ello me siento más católico, más catalán, más gerundense...
Pienso en san Narciso, en la catedral, en la iglesia ex-colegiata de San Félix, en los Baños Árabes, genuina huella del pasado histórico gerundense -según dicen, pero no es nada seguro-, vinculado a la tierra donde resido y ejerzo la profesión periodística; pienso, en definitiva, en las Ferias y Fiestas de Gerona...
Me parece oír el repiqueteo general de campanas de los castillos de la catolicidad de mi querida ciudad, en ese «capvespre» otoñal del 28 de octubre, víspera de la festividad del 29, que es el día de san Narciso, patrón de la tres veces inmortal urbe.
«!Nang, nang, nang...!». Cada sonido penetra en mis órganos auditivos. Y una remembranza se posa sobre mi materia gris, haciéndome revivir mi pasado ferial. El bullicio, la exorbitante animación de la fiesta, con sus diversiones, sus barracas, sus teatrillos de esparcimiento. !Qué recuerdos más sublimes...!
Para amar y sentir de verdad las Ferias y Fiestas de San Narciso no hay nada mejor, sin duda, que encontrarse lejos de la ciudad de Gerona, en un extraño ambiente como el mío.
Miro a mi alrededor. Dejo la pluma encima de la mesilla y tomo un sorbo de la deliciosa y caliente bebida árabe muy azucarada y con bastante sabor a hierbabuena o menta. Unos morillos juguetean alegremente a mi vera, discutiendo sobre la puerilidad de sus juegos infantiles, en esa lengua que Arabia expandió por casi todos los países musulmanes y en la que Alá dictó, por mediación del arcángel san Gabriel, el Corán, el libro sagrado del islam.
Las luces del parque se han encendido, poniendo una nota de color y alegría a las Ferias y Fiestas gerundenses que revivo en Marruecos. Vuelo otra vez hacia la ciudad donde abrí los ojos a la vida. A esa Gerona de noche en fiestas. Ahora es cuando ella cobra ese sabor ferial, ensalzado por los poetas en sus rimas...
Los ríos Ter y el Oñar, bajo la profusa iluminación, ofrecen un aspecto deslumbrante. La pequeña Venecia se convierte en el paraíso de lo fantástico. !Estamos en nuestra fiesta grande...!
Me ensimismo y sueño. Pero, cuando despierto, me enfrento con la realidad desnuda. La emoción, la añoranza... Alguien se me acerca y, en árabe, me suplica un óbolo.
Miro instintivamente su figura. En ella veo reflejada la miseria, la pobreza. Saco de mi bolsillo unas monedas con la efigie del monarca Mohamed V y se las deposito en su esquelética mano. Él me lo agradece con unas palabras que no entiendo, ya que se ha pasado a otro idioma, que deduzco que es el amazic. Seguramente, el pedigüeño pertenece a la raza bereber. Yo sólo acierto a balbucir:
- Sant Narcís sia lloat. Ell us empararà...
Las Ferias y Fiestas de Gerona, en medio de su tradicional y pegajosa alegría, tienen también sus sinsabores y desdichados. La mejor evocación he de dedicarla a esos seres humanos, hermanos míos, a los que los caprichos del Destino les ha vedado el gozo de participar en el suculento festín ferial...
Tetuán, octubre de 1959
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